Mirador, tribuna, muro o aula… dependiendo de la perspectiva o necesidad que se tenga es la función que cumple el “Memorial Laguna del Toro”, ubicado al interior de la Reserva Nacional Federico Albert, en la provincia de Cauquenes, se ha convertido en un valioso espacio de encuentro para la comunidad de Chanco.
“Se trata de un lugar lleno de historia”, explicó Valentina Ceballos, autora de la obra compuesta por dos volúmenes de madera de pino, de 12 y 9 metros de largo, respectivamente, quien durante la búsqueda de inspiración su proyecto de título de Arquitectura en la Universidad de Talca, encontró en la historia de la localidad la motivación necesaria para este trabajo.
“A inicios del 1900 la arena había avanzado mucho, de hecho ya habían desparecido más o menos como 4 cuadras del pueblo y se acercaba a la Plaza de Armas, amenazando con hacerlo desparecer. Entonces la solución que propuso Albert fue plantar especies de rápido crecimiento para detener el avance de las dunas, lo que se hizo en la zona donde hoy se sitúa la Reserva en la cual -salvo el nombre- no existía nada que reconociera este aporte”, explicó.
En ese contexto, y tras contactar a la Corporación Nacional Forestal (Conaf), organismo que tenía interés en intervenir dicho espacio con una estructura que permitiese el desarrollo de jornadas educativas, Valentina Ceballos terminó de configurar el proyecto que se situó en el lugar en donde, hasta hace unos años, existió una laguna a la cual los lugareños llevaban sus rebaños a beber.
En este espacio la profesional emplazó la obra. “El Memorial está posado en el borde de lo que era la laguna. Está trabajado en dos niveles, el cero, que vendría a ser desde donde uno viene caminando, y otro que está como dentro de la laguna, un metro cuarenta más abajo, entonces para ingresar hay que descender, y en esa parte uno se puede sentar”.
Añadió que ahí existe una roca que funciona como punto intermedio entre ambos volúmenes y se emplea como centro, convirtiendo al lugar en una especie de aula al aire libre.
El administrador de la Reserva Federico Albert, Fernando Campos, reconoció que la instalación del Memorial representó “un aporte significativo que nos permitió mejorar nuestra oferta de servicios en el área de educación y conservación ambiental, posicionándonos de mejor forma ante la comunidad”.
“La idea de contar con un anfiteatro era un anhelo que existía desde la creación del parque, en la década de los años 80, lo mismo que rescatar un espacio que forma parte de la identidad local. Ahora aquí hemos podido involucrar a la comunidad y educarla sobre cómo el cambio climático y los procesos que tienen que ver con la interacción entrópica terminaron por modificar la realidad física y cultural del pueblo. También nos sirve para que los visitantes conozcan las transformaciones del bosque, para que colegios aprendan sobre educación y conservación e incluso para caminatas nocturnas y observación de estrellas”, detalló.